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lunes, 7 de junio de 2010

Me gustan las mujeres


Cerré la puerta y me apoyé en ella. Me quedé mirando el techo, nada en particular, pero tenía esa necesidad de fijar la vista en algún lugar y proyectar ahí las imágenes que mi cabeza disparaba.Eran recuerdos de momentos felices entre nosotros dos, momentos en los cuales solíamos ser cómplices, éramos una sociedad. Por algún motivo que no es claro –para ninguno de los dos-, esa sociedad se rompió, algo sucedió y nos quebramos. Estoy seguro que acá no hubo terceros, no se trataba de eso, eso hubiera sido muy simple, muy fácil. Las cosas a veces sólo suceden, sin más. Nadie falló; nuestros sentimientos crecieron a un ritmo mucho mas rápido de lo que creció nuestra relación, y de repente nos encontramos con un amor que no cabía en la relación que habíamos creado. Para que se entienda, es como querer guardar un avión Boeing 747 en el garaje de casa. Y no hemos tenido culpa ninguno de los dos, de la noche a la mañana nos encontramos con esto que ha sido para ambos un padecimiento, últimamente. En los lugares donde había disfrute, en ese momento quedaban sólo reproches.

Esa noche venía Alejandra a casa, habíamos quedado en comer los tres. Alejandra es una de esas amistades que crecieron al compás de la relación porque muchas veces ha sabido ser una especie de celestina. No era precisamente amiga mía, pero le tenía un aprecio particular por ser testigo del crecimiento de mi gran amor.

Lo cierto es que después de esta riña no tenía ganas de explicarle a Ale por qué peleamos. La charla se tornaría monótona. No había mucho para contarle, nos conoce en profundidad a ambos y además era algo así como la arquitecta de esta relación. Tampoco se sorprendería demasiado. Nos ha visto pelear y discutir en vivo y en directo no menos de una docena de veces. El punto es que no tenía mas ganas de hablar de esto, de nuestro fracaso sentimental. Quería poner un punto final y no estaba pudiendo. Ale no sería de ayuda porque ella nos quiere ver juntos y se las apaña para conciliar las partes. No tenía ganas de que viniera Alejandra.

Terminé de cocinar el ¡puto pollo relleno¡ Pasé por lo menos diez horas deshuesándolo y armando el relleno para esta cena de mierda.

-¡Dios! ¡Quién carajo me manda a mí! –dije en la soledad de la cocina.

Iba a mandarle un mensaje de texto a Ale para que no viniera, pero si le decía que no viniera, seguramente iba a insistir. Es de esas personas a las cuales mejor no cancelarles un encuentro debido a una circunstancia porque lo que generaríamos es interesarla más por la circunstancia que por el encuentro. Así que rogué que le surgiera algún imprevisto y que ella lo cancelara… Pero parece que Dios estaba un poco ocupado y no me escuchó.

Faltando un minuto para las 21 horas, el portero sonó. Su precisión me irrita bastante. Yo soy puntual, no me gusta que me estén esperando; pero no soy obsesivo.

-¿Quién? –pregunté por el portero.

-¡Wiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! –me contestó ella.

¿Se dan cuenta por qué me irrita? No hay necesidad. Si hubiera dicho su nombre hubiera entendido que era ella, pero si hubiera hecho eso no sería la Alejandra que todos conocemos, la irritante.

Bajé a abrirle. Traía dos botellas de vino tinto ¿Para qué tanto? En fín. Subimos al departamento, se sacó el abrigo y se acomodó. Miró la mesa, había sólo dos cubiertos, dos copas, dos platos…

-¿Me vas a pedir que me vaya o estamos nosotros dos nada más? –me preguntó.

-Lo estoy pensando…

-Jajaja… Que tontito que sos… Seguramente se pelearon.

-Sí… No… No sé… Se fue, como siempre. Yo estoy cansado, Ale, soy un tipo grande, no tengo más ganas de soportar estos berrinches pelotudos y pendejos. Si se quiere ir que se vaya, que no vuelva.

-Es que ustedes dos cuando se aman parecen pelotudos, y cuando no se aman a veces me da miedo que un día se maten –me contestó.

-No quiero hablar de esto. Sentáte así comemos.

Nos sentamos a la mesa, yo con la idea de que la noche transcurriera rápidamente, que habláramos poco y que se fuera. Tenía esa torpe necesidad de estar solo. Creía que enfrentando la sensación de soledad y tristeza iba a poder encontrar respuestas para lo que me estaba pasando. Me costaba entender por qué el amor no era suficiente, yo estaba mortalmente enamorado y sin embargo las cosas no funcionaban. Quería reflexionar sobre qué otras cosas son necesarias en las relaciones para que funcionen, porque no lo estaba viendo. Soy bastante culpógeno, y cuando me enfrento a momentos como este, lo primero que hago es culparme: por lo que hice, por lo que no hice, por “como” las hice, por si las hice demasiado tarde... ¡Culpa, culpa, culpa! Quizá lo mejor es no sentirme culpable, siempre digo que la culpa es condenatoria, y al condenarme achico todo mi campo de acción para actuar y revertir esos sentimientos y principalmente los resultados que tengo. ¡Y no es fácil carajo! Porque ahora me volvió a pasar de nuevo y se me escapa de las manos otra relación en la cual por un motivo o por otro –que no es lo importante- me siento culpable. Sentarme a revisar esa relación en este momento, con Alejandra, no me serviría de nada. Ella quiere que todo el mundo se sienta bien. Que todo el mundo sea feliz. Yo necesito reflexionar sobre las cagadas que hago y eso requiere de un compromiso emocional y sentimental que no creo que me lleve precisamente a un momento “feliz”.

Cenamos y hablamos de cualquier cosa. Creo que ella se dio cuenta que lo mejor era que sucediera así. Por primera vez, desde que nos conocemos, no forzó una conversación sabiendo que yo estaba evitándola. Estuvo bueno eso porque me abrió la posibilidad de romper con alguna suerte de preconcepto sobre mi amiga.

-Dejá que yo abro la otra botella –me dijo Ale.

-Ok, fijate que la dejé sobre la mesada –contesté y caí a cuenta de que nos habíamos tomado un vino, ya-. Che, lo bajamos rápido al primer tubo.

-¡Sos un borrachín, amigo!

Odio que me digan “amigo”. Pero que se entienda, me refiero a la palabra “amigo” como método de manipulación, para acercarse al otro. De hecho a mis amigos no estoy diciéndoles todo el tiempo “amigo”: “gracias, amigo”, “pasame la cerveza, amigo”; directamente uno los llama por el nombre.

-¿Podrá ser que no me digas “amigo”, Ale? –le dije sonriendo y me sorprendí de mi actitud, digo, estaba sonriendo.

-Ok, “AMIGO” –me dijo desde la cocina y soltó una carcajada.

Se veía alegre y supongo que yo también. Sentía la frente un poco adormecida por encima de la nariz, justo entre las cejas. El alcohol me estaba haciendo efecto, me estaba subiendo a la cabeza. Me levanté de la mesa y me senté en el sillón. Busqué entre los CD’s para poner algo de música y encontré la misma música de siempre. Puse un disco viejo de Bosé.

Alejandra salió de la cocina, de paso por la mesa tomó las copas de ambos, y se paró junto al sillón donde me había sentado. El rojo del vino tinto era intenso, los olores ya no los sentía, el alcohol adormeció mis glándulas. Pero a pesar de todo, recuerdo el rojo intenso y la mano de ella acercándome la copa; mano de dedos largos y delgados, piel blanca –no mortesina, sino de una piel blanca cálida-, sus uñas estaban pintadas de un rojo furioso y no eran demasiado largas. Recorrí con la mirada el trayecto que separaba la copa, de su boca. Sus labios estaban pintados de color carmín. “¿Qué esta pasando acá?” me pregunté. Tomé la copa y la apoyé en el mueble del audio que estaba al otro lado de donde se había parado ella. Caminó hasta la mesa y allí dejó la botella. No entiendo por qué, pero la seguí con la mirada. De dentro de su falda se escapaban hacia abajo dos delgadas pero bien contorneadas piernas. Cuando se dio vuelta, giré bruscamente la cabeza hacia otro lado para que no se diera cuenta de lo que había sucedido ¿Qué había sucedido? La sensación de sentirme incómodo, como ajeno, se había ido. Seguramente fue el efecto de alcohol.

Ella volvió hasta mí y se paró en el mismo lugar que estaba antes con una copa en la mano. Yo sabía que me estaba mirando, pero me puse a leer la cubierta del CD para evitar mirarla.

-Ey, ¿qué pasó? –me preguntó.

-¿De qué?

-¿Cómo de qué? Me estabas mirando el culo, boludo.

-¿Quién? –yo seguía con la vista en el CD de Miguel Bosé.

-¿Vos me estás jodiendo? Fui hasta la mesa y me relojeaste el culo.

-Ahhhh, puede ser, me gustó el corte de la falda esa que tenés puesta –quité la vista del CD y volví a mirar sus piernas y la falda que llevaba puesta, y con un gesto en la boca acentí como dando aceptación-. Te queda bien porque tenés piernas delgadas.

-¿Ah, sí?

Se quitó los zapatos. Yo observaba todo de rabo de ojo, no me animaba a mirar sus movimientos. Me quitó el CD y lo puso al lado de mi copa de vino, junto al equipo de audio. Se me sentó en la falda. Yo no entendí demasiado.

-Escuchame una cosa, esto es medio loco, pero quedamos los dos solos, siempre fuimos amigos…

-Sí, los tres somos amigos –interrumpí tajantemente.

-Sí, “AMIGO”, los tres siempre fuimos amigos –me dijo con un dejo burlón.

-Ale, no me digas “amigo” –en ese momento me interrumpió con un beso.

Bueno, me di cuenta que lo que estaba pasando era eso. Desde que había llegado había cierta tensión sexual. Es raro, es rarísimo. Nunca me había pasado. Ale es una amiga de años, o sea, es una amiga con la cual me he divertido, a la cual jamás le había mirado ni las piernas ni el culo. Jamás había prestado demasiada atención a como se viste o como deja de hacerlo. Jamás la soporté demasiado a pesar de quererla mucho.

Supongo que ha sido el vino, el alcohol. También pudo ser que justo después de la discusión llegó ella y me distendí y a la vez tomamos vino y a la vez hubo tensión sexual y a la vez… No sé, pero me sentí realmente enquilombado. Pero eso fue después. Antes de sentirme enquilombado tuvimos sexo. Como experiencia meramente sexual, y sin entrar en ningún tipo de detalles, fue distinta: divertida y apasionada, bastante apasionada. Pero después se fue y me quedé como de piedra, solo en mi cama, mirando el techo. Me cayeron miles de fichas a la vez. Me había acostado con Alejandra en medio de mi separación ¿Para qué? Bueno, ahí sobrevino lo que les decía antes, la sensación de “enquilombamiento”. Pero además no era sólo eso, sino lo que realmente significaba desde todo punto de vista, como amiga, como antecedente para la continuidad de nuestra amistad, y sexualmente hablando también… O sea “sexualmente enquilombado”.

No pude dormir por un buen rato, sin saber exactamente la hora que era, por la resolana que se filtraba desde afuera, adivino que fue apenas entrada la madrugada.

Me despertaron unos ruidos en la cocina. A pesar de estar dormido estaba clarísimo de que Alejandra se había ido, no podía ser ella. Y justo cuando estaba pensando en la única probabilidad que quedaba, sobre quién podía ser, entró con el desayuno en una bandeja.

-Te quiero pedir perdón… Quiero que hablemos. Hay cosas que te quiero decir, cosas que me pasan y me las estoy callando, y eso hace que acumule tensión y exploto con vos que no tenés nada que ver… Bueno, en algunas cosas sí. Pero es como que estoy acumulando tanta presión que cuando me decís algo no te estoy prestando verdadera atención a lo que me estás diciendo sino que estoy escuchando mis propios pensamientos y eso…

-¿Te podés calmar un poco? –le dije suavemente.

-Sí, claro, tenés razón…

-Germán, tengo que hablar con vos -le dije seriamente-, a mí también me pasan cosas. Yo también tengo que decirte algo… Ger, me gustan las mujeres.



El Davo/// 

8 comentarios:

Roma dijo...

GUau!!!!!!!!! q final!!! QUede: O_O !

Muy bueno, ya lo voy a leer mas despcito

Roxana Monaco dijo...

jajajajajajajaja me encantoooooooooooooo!!!!

Davo dijo...

Roma: Gracias. LEalo, lealo varias veces y como siempre digo, "vuelva por aquí".

Davo dijo...

Rox: Buenísimo que te pases por acá. Beso!

-.PoPpY.- dijo...

Me gusto!!! lo puedo compartirrrrrrrrr???

Davo dijo...

Po: Obvio que podés compartirlo, podés invitar a quién quieras a esta mi humilde casita.
Y como digo, vuelvan, siempre vuelvan que hay más. Beso.

Anónimo dijo...

jajajaja... tuve que leer el final unas 3 veces! jejeje.... bueno!

Anónimo dijo...

Muy bueno, me gusto, impredecible el final hasta risa me causo, jajajajajaja, fabian

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