Páginas

viernes, 6 de agosto de 2010

Ensayo sobre la “Manipulación”: vicios de inmadurez y el amor comercial.


 Fuertemente atraído por el deseo de desentrañar qué sucede en la cabeza de un manipulador, en estos días me puse a investigar el tema cual periodista desvelado. Este no es un texto referencial terapéutico ni material de estudio, sino que
es “MI”  interpretación sobre la información y datos relevados. Dicho esto queda claro que este es un texto literario y un simple ensayo digno de tertulia, sobre la manipulación, la inmadurez y el amor comercial.

La manipulación es un recurso para salir de situaciones difíciles, que emplea una persona que se siente débil, que está en una posición más frágil o vulnerable.

¿Es lo mismo la manipulación que el chantaje emocional, el acoso moral o el tan traído y llevado de los pelos actualmente, mobbing? No, pero casi.

Se puede decir que hay una relación entre todas las formas de abuso interpersonal. En un principio podemos encontrar la manipulación como algo deslizado con mucha sutileza (inclusive opera de manera imperceptible), basado en el deseo de salirse con la suya incluso a costa de seguir generando mas inseguridad en su propia persona por causa de su práctica.

Los manipuladores son personas inmaduras. Todavía no alcanzaron el suficiente desarrollo intelectual como para resolver los problemas de una forma creativa, no son capaces de sentir amor maduro por nada ni nadie, y aunque se desenvuelven muy bien en reuniones amplias, tienen un tremendo déficit de la habilidad social básica para desempeñarse por la vida: La asertividad.

¿Bueno, pero qué es ser “asertivo”? Sencillamente, la asertividad es el comportamiento comunicacional maduro por medio del cual una persona no agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos.

Una persona se comporta asertivamente cuando defiende sus derechos de una forma activa, pero sin pisotear los derechos de los demás. Esto requiere una asunción de responsabilidad por el propio bienestar con tolerancia y respeto por los puntos de vista y metas de los demás, pero también una lucha activa para no ser pisoteado. Debido a su inseguridad, el manipulador emplea técnicas para resolver sus problemas basadas en la agresividad activa o pasiva. Este individuo tiene un importante déficit de habilidades sociales, especialmente en el plano de la conducta asertiva, que le lleva a emplear primero medios sutiles para conseguir que los demás hagan lo que quiere, y después, ante la falta de resultados deseados, cada vez más agresivos hasta llegar a la violencia pura y dura.

Los manipuladores cotidianos son personas que pasan por nuestra vida imponiéndonos su visión del mundo y su forma de hacer y sentir. Son individuos que se aprovechan de una relación estrecha y afectuosa para satisfacer sus necesidades, sin importarle en absoluto los sentimientos de la otra persona. Para estas personas el amor es un juego de toma y daca, una transacción meramente comercial. Si prestás atención, seguramente encontrarás alguno en tu círculo íntimo más cercano. Todos somos manipuladores. En mayor o menor medida, todos empleamos en más de una ocasión las estrategias de los manipuladores cotidianos, especialmente en la infancia. Pero cuando estas técnicas se convierten en el modo predominante de relacionarse con las otras personas y sobre todo en edades adultas, cuando uno acaba preguntándose si aquello es una relación de pareja o de amistad, o simplemente un intercambio comercial, en ese caso seguramente sea más que una estrategia pasajera.

Los manipuladores cotidianos (me da un poco de pudor llamarlos "compulsivos") tienen una historia de aprendizaje deficitaria: Según distintos estudios (no relevé en detalle los datos estadísticos, solo leí conclusiones del Dpto. de Psicología Básica, Psicobiología y Metodología de la Universidad de Salamanca) ellos o sus padres pueden haber sufrido malos tratos físicos, psíquicos o abandono precoz, físico o emocional. Tal vez perdieron a la madre demasiado pronto, o quizás uno de sus padres tenía un trastorno grave de personalidad, o sufrieron otras experiencias traumáticas. Puede que simplemente fuesen ese hijo o hija al que sus padres nunca hicieron demasiado caso, o a quien cargaron con responsabilidades antes de tiempo. Cuando intentas hablar de emociones con ellos tienes una sensación como de vacío. Aunque socialmente parezcan encantadores, o por lo menos educados, cuando los sacas de los tópicos no saben hablar de sentimientos positivos, porque en su infancia, o bien no hubo nadie que pudiera enseñarles, o lo único que pudieron adquirir fue miedo, un terror visceral y atroz que les consume por dentro. Por supuesto, lo negarán y lo proyectarán en los demás, sobre todo, en el manipulado.

La vida pasa para todos por igual. Lo que sucede es que nadie les ha enseñado a anclar valores de aprendizajes tales como la tolerancia, el respeto al otro o el amor no comercial.

La falta de confianza en ellos mismos los hace aparentar una autoestima de la que carecen; son personas muy inseguras. Se sienten incómodos en todo tipo de relaciones, así que proyectan en los otros esa inseguridad y la compensan intentando hacer ver que sólo ellos son los que tienen la verdad. Muestran intolerancia, dogmatismos, crítica destructiva e incluso agresividad física y verbal cuando su posición se ve amenazada ante sus ojos. También un deseo casi compulsivo de enterarse de todo para que la situación no se les escape de su control. Sienten miedo ante la evaluación social. Necesitan dar una buena imagen. La inseguridad les lleva a ser muy temerosos en sus relaciones sociales. Aunque aparenten todo lo contrario, tienen un miedo atroz a la evaluación y se ponen nerviosísimos cuando se encuentran en un medio social amplio y puede ser descubierto su carácter manipulador. Temen al ridículo como a la peste, y cambian por completo cuando están rodeados de otras personas, al menos al principio. Después evitan activamente estas situaciones, y para justificarse se enojan por cualquier cosa cuando se encuentran en una de ellas y juran no volver más, o bien vuelven a utilizar su proyección favorita y están constantemente criticando los errores que cometen las personas que se encuentran en su entorno más cercano. Todo manipulador busca satisfacer sus propios deseos o caprichos, sin importarle la dignidad de los demás. Su única medida es su propio provecho, a costa de la denigración de la persona a quien manipula. Se puede decir que el manipulador es un egoísta consumado, que se ve a sí mismo con dignidad, pero que le niega a los demás la posibilidad de ser dignos.

La estrategia del manipulador: crean problemas y luego ofrecen soluciones, eso sí “despacio, poco a poco, con tiempo” porque con el tiempo van degradando la voluntad de el o los manipulados y además proyectan así sus propias ansiedades; la inevitabilidad y la resignación, para tomar decisiones impopulares y en contra de sus propios deseos o anhelos, entonces lo presentan como algo “tremendamente doloroso, pero necesario” (no voy a decir que quieren “dar lástima”, porque es un prejuicio mío… Ok, ya lo dije); dirigirse a los demás infantilizándolos, “chiquito”, “bebé”, “nenita” porque de esa manera consiguen una respuesta sin sentido crítico ni adulto; utilizan el aspecto emocional (se la pasan llorando) y no la reflexión, y acá me permito ir al extremo del más siniestro ejemplo de manipulación: “Por medio de hábiles mentiras, repetidas hasta la saciedad, es posible hacer creer a la gente que el cielo es el infierno y el infierno el cielo... Cuanto más grande sea la mentira, más la creen (...) Me valgo de la emoción para la mayoría y reservo la razón para la minoría”, frase que se hizo celebre en boca de su autor, Adolf Hitler; reemplazar la responsabilidad por la culpa, sencillamente porque se creen sin capacidad de respuesta ante circunstancias desfavorables (cosa que ellos traducen como algo inmanejable) y justifican la manipulación.

En todo acto manipulador se emplea a la verdad como trofeo de guerra, pero la verdad reducida a un solo aspecto. Por ejemplo, cuando un padre o una madre de familia obliga a sus hijos a servirle según sus caprichos, apela a que es padre o madre. Esa es la verdad: es el padre o la madre del niño, es indiscutible, y es a quien por ser progenitor, hay que respetar y obedecer sin mérito alguno. No se genera un contexto donde el respeto es el bien ganancial de la relación padre-hijo. Sin embargo, esa es únicamente "parte" de la verdad, pues los hijos son personas al igual que los papás; merecen el respeto a su dignidad; obedecer no quiere decir que cumplan ciegamente los caprichos de los padres, o que por el hecho de ser papás, los hijos ya son sus servidores o criados. En este caso, la madre o el padre manipulador usa su condición de progenitor para su conveniencia, reduciendo la verdad de la paternidad o de la maternidad a un solo aspecto de éstas: la obediencia filial de los hijos como poder omnímodo.

Otro gran aspecto de la manipulación es que, astutamente, no se definen con exactitud las cosas, dejando abierto el background y el fondo de la acción. Por ejemplo, cuando a alguien le comentan: “En el barrio todos dicen que te emborrachás, te pones agresivo y hacés papelones...". Nunca te van a aclarar ni quien lo dice, ni el por qué, ni en qué circunstancias le dijeron esto. De decir que “todos dicen” a decir que “una” persona se lo ha comentado, hay una gran diferencia.

El  perfil del manipulador es bastante atractivo, al principio se presentan como encantadores/as y sufridos/as, la vida no los ha tratado bien. Inspiran compasión y deseo de protegerlos/as. Cuando ya han conquistado a su presa los manipuladores empiezan a mostrar su verdadera personalidad: utilizan el miedo y el sometimiento e inspiran culpa en el otro.

Los manipuladores cotidianos establecen relaciones en las que arriesgan poco. Normalmente es la persona manipulada quien soporta el peso del vínculo, tanto en términos afectivos como económicos. De esta forma se sitúan en una posición de poder, al tener menos que perder que la otra parte en una supuesta ruptura de la relación. Es casi seguro que el manipulado tenga miedo a la ruptura por todo lo que ha puesto en juego en el proceso de creación de la relación.

Hablando de este mismo tema en estos días con una amiga, me decía que la gente manipuladora tiene una doble moral, basado en todo lo expuesto en estas líneas me animo a negarlo rotundamente. Fernando Savater (en Ética para Amador, cap. III) dice "Moral es el conjunto de comportamientos y normas que tú, yo y algunos de quienes nos rodean solemos aceptar como válidos; ética es la reflexión sobre por qué los consideramos válidos y la comparación con otras morales que tienen personas diferentes". Entonces puedo juzgar como no ética la moral que adoptan los manipuladores, pero siempre desde el punto de vista mío, desde mi ética y al amparo de una moral distinta. ¿Y qué es la moral, entonces? Básicamente, y sin profundizar ni entrar en conceptos filosóficos sobre los cuales me encuentro en contradicción, “moral” es una palabra de origen latino, que proviene del término moris (“costumbre”). Es un conjunto de creencias, costumbres, valores y normas de una persona o de un grupo social (bien puede ser la familia como núcleo primario), que funciona como una guía para obrar. Es decir, la moral orienta acerca de qué acciones son correctas (buenas) y cuales son incorrectas (malas). Por ende un manipulador va a actuar en los términos de la educación recibida y de las experiencias que ha tenido en edades tempranas en su núcleo primario con absoluta claridad y coherencia creyendo que sus costumbres son buenas y cuestionando cualquier cambio de hábito que no le sea familiar. Inclusive pueden justificar una mentira, una infidelidad, el abuso o cualquier otra actitud con carga negativa si encuentran dentro de su código moral y las costumbres socialmente aceptadas en su entorno, una justificación válida para hacerlo. Definitivamente, si hay algo que no tienen, es una doble moral, son consecuentes con su pasado y lo que han aprendido de niños en el seno de su familia.

Basta con tener una característica de las mencionadas en este texto para ser un manipulador en potencia. ¿Quién no ha pasado alguna vez por una situación de manipulación? Cuando das con una persona que quiere salirse con la suya a toda costa porque es la única forma de resolver su inseguridad, aunque tengas una autoestima normal te la irá minando hasta que caigas; aunque no tengas registro de sus estrategias de manipulación te irá imponiendo su estilo de comunicación hasta que sólo sepas hablar mediante indirectas, "comentarios inocentes" y sugerencias. Y prácticamente todas las relaciones que establecen son asimétricas en cuanto al reparto de cargas.

Cualquiera es, o puede ser, manipulador o manipulado. La manipulación se puede dar en cualquier tipo de relación, ahora, si ya caíste en las redes de una relación amorosa con uno o una de ellas, entonces podés decir que ya conocés el “amor comercial”, este concepto no hace falta desarrollarlo ¿verdad?

4 comentarios:

Eduardo dijo...

Esclarecedor...
Buen aporte.

Davo dijo...

Escueto lo tuyo, jajaja.
Gracias, te espero de nuevo por acá, en mis tintas.

YU dijo...

Totalmente certero para mí... me recordó a algo de por allí, un ejemplo cotidiano
(Ella, triste): "Me gustaría que me regalasen flores"
(Ël, al día sig.):"Mi amor, te traje flores"
(Ella, enojada) :"Ahora no las quiero, no fuiste espontáneo".
Sigo sosteniendo que el que engaña encontrará siempre a quién engañar
Besos

Davo dijo...

Hay que estar atentos no sólo a las personas que intentan manipularnos, sino también hay que estar atentos a no crear nosotros relaciones basadas en la manipulación. Los manipuladores no terminan nunca bien.

Publicar un comentario