Páginas

jueves, 2 de abril de 2009

Mi Natalia...

Los domingos a mi mamá le encanta hacer cosas en la casa, como por ejemplo, cambiar los malditos muebles de lugar, dice que eso mueve la energía. Es imposible dormir cuando empieza. ¿No entiende que soy joven? ¿Qué los sábados salgo a bailar y vuelvo de mañana? ¿Los padres, acaso no tuvieron juventud? ¿Que les pasa?

-¡Que bronca!- grité mientras bajaba los pies de la cama y tanteaba el piso en busca de mis pantuflas.

Abrí la puerta de mi cuarto y ahí estaba mamá, en medio del pasillo arrastrando un sillón. Cuando se percató de mi presencia giró para mirarme y sonreír.

-Mi amor, seguí durmiendo.- me dijo, casi como un reto –Tenés que descansar, Tute. Dormís tan poco, me hacés preocupar.

Respiré hondo. No podía creer lo que estaba escuchando. Pero bueno, mamá decía esas cosas y yo sentía que era su manera de pedir disculpas. De todos modos no pensaba soportar todo un domingo con mamá ordenando la casa. No pasaría mucho tiempo sin pedirme que la ayudara a correr un mueble, luego otro, y luego otro, hasta convertirme en un peón de mudanza. Tenía que salir urgente de allí.

Me vestí apurado y salí a la calle sin tener idea de donde rumbear. Mis amigos quizá tenían vidas normales y a las 11 de la mañana seguramente dormían placidos en sus camas. Echado a la aventura y con coraje suficiente para todo, menos para correr muebles con mamá, decidí ir a casa de Natalia, una chica que conocí la noche anterior en Passport, el boliche donde voy a bailar habitualmente. “Muy linda mina, muy buena onda…” pensé. El único problema era que no recordaba bien la dirección donde me dijo que vivía, sólo recordaba que me había dicho a una cuadra de Zapata y Bermejo, una esquina muy conocida de una localidad cercana a la mía. Me abotoné la campera de jean y empecé a caminar hacia la parada del colectivo. Estaba todavía con sueño, y no pude evitar quedarme dormido en el último asiento; me pasé por diez cuadras y en ese momento pensé que mejor así, porque quizá ella todavía estaba acostada como cualquier ser humano normal. Mientras caminaba con las manos en el bolsillo, me di cuenta que había olvidado mi celular en casa -odio al aparato ese, no la voy con la tecnología-, así que no podría llamarla ni mandarle un mensaje para decirle que estaba en camino.

Volví diez cuadras atrás haciendo el esfuerzo mental de recordar la dirección, “¿Zapata 1132 me dijo, u 1142?”

A unos metros de la esquina de Zapata y Bermejo, un hombre lavaba su viejo pero impecable automóvil, era un Peugeot 404, hermoso, de colección podría decir. A medida que me acercaba se oía una música salir del interior del auto, “¿Y cómo es él? ¿En qué lugar se enamoró de ti?...” cantaba José Luis Perales desde el estéreo. Me aproximé a preguntar por Natalia.

-Discúlpeme…- dije suavemente, pero la música estaba demasiado alta, así que insistí esta vez mas firmemente –¡Hola, discúlpeme!
-¿Si?
-Hola, mire, venía a visitar a una amiga que vive por acá y no recuerdo exactamente cuál es su casa. Además tenía la dirección anotada en…
-Y querés saber donde vive- me interrumpió sin mirarme siquiera, como diciendo “andá al grano” -¿Cómo se llama?
-Su nombre es Natalia… Debe tener unos…
-De la esquina aquella- con el puño cerrado y el pulgar extendido, señaló hacia atrás de donde estaba él agachado, sin siquiera mirar -, la tercer casa a la derecha, la vas a identificar porque las rejas de la entrada están pintadas de color bordó.

El buen hombre (?) empezó a cantar apasionadamente mientras yo me alejaba a sus espaldas, “Y pregúntale, por qué ha robado un trozo de mi vidaaaaaaaaaa”. Sentí un poco de vergüenza ajena y miré alrededor, me di cuenta que la calle estaba totalmente desierta.

Desde la esquina pude ver las rejas a las que hizo referencia el admirador de Perales. Ya estaba a metros de la casa. Lo primero que haría sería decirle que preferí venir sin avisarle por que yo prefiero pedir disculpas antes que pedir permiso, es un buen latiguillo y ha tenido éxito en otras oportunidades y en peores situaciones. Luego le diría de salir a caminar un rato, junto al río, y pasar una tarde romántica; tomaríamos algo, me arriesgaría a robarle un beso en el momento oportuno; ella me preguntaría que qué hago, yo mostraría algo de vergüenza y de manera caballeresca le ofrecería mis disculpas por la imprudencia, le diría que me dejé llevar. Ella seguramente me comprendería, no sin antes mostrar un poco de enojo para hacerme saber que no es como las otras chicas de Passport, ella es una chica de barrio, conocida y querida por sus vecinos. Yo le diría que tiene razón, que siempre hago lo mismo, que me dejo llevar por los mis impulsos pagando precios altos como ahora, que perdería la oportunidad de tener una amiga como ella. Seguramente le gustaría escuchar aquello, a las mujeres les encanta escuchar la palabra “amiga” en boca de los hombre que las pretenden, eso me valdría por lo menos una cita mas, luego vendría otra, y otra, y otra. Al cabo de un tiempo podría presentarla como mi novia; orgulloso contaría hasta el cansancio, la anécdota del hombre que cantaba canciones de Perales mientras iba a buscarla para nuestro primer encuentro.

Presioné el botón del timbre que estaba justo debajo de la boca del buzón. Empecé a sentir que me faltaba el aire, el corazón galopaba dentro de mi pecho. Dudé. Ya había tocado timbre, no podía salir corriendo. Soy un caradura.

La puerta se abrió, y se asomó una niña pequeña que supuse- no se por qué –que podía ser la hermana de Naty.

-Hola- me dijo la nena.
-Hola ¿cómo estas?- dije con un durísimo rictus en los labios producto de forzar la sonrisa -Busco a Natalia, debe ser tu hermana…

Por detrás de la nena se asomó una mujer que tendría cerca de cuarenta años, bien podía ser la mamá de mi futura novia, osea mi futura suegra.

-Hola- dije nuevamente -, soy amigo de Natalia. Estaba por acá cerca y pasé a ver si la encontraba- yo seguía con esa sonrisa de cotillón clavada en la cara. La mujer me examinó bien, yo me sentía ruborizado y transpirado.
-Dejame ver, porque creo que está durmiendo todavía, llegó tarde… ¿Tu nombre?
-Tute, dígale… Es que fuimos a bailar, y claro, es temprano, quizá esta durmiendo, es lógico… Es, que… Si, dígale Tute.
-Ok, esperame.

La puerta se cerró y la niña que la había abierto, se asomó ahora por la ventana desde donde me sonreía y me saludaba con la mano. “Fantástico”, pensé, ya tenía una aliada. Es muy importante tener una cuando se es visitante. Los aliados nos hacen sentir bien con su sola presencia en caso de que hubiera algún momento tenso, de hostilidad.

Luego de algunos minutos la puerta se volvió a abrir y la misma mujer que la cerró, vino a mi encuentro. Abrió la reja y se acercó a mí para saludarme.

-Pasá, Tute. Me pidió que la esperes unos minutos. Mi nombre es Susana, soy la mamá- me dijo mientras cruzaba ya la puerta de entrada a la casa.
-Bueno, permiso, de todos modos la puedo esperar acá afuera en el jardín, así no molesto.
-Estas loco- me dijo sonriendo-, no te vas a quedar solo acá afuera. No tengas vergüenza, vení, pasá.
-¿Adentro?
-Pero si, Tute, dale- insistió Susana.

Accedí a la petición, reparando en que Susana estaba siendo simpática conmigo y eso la convertía en una aliada más que importante.

Atravesé la puerta y recorrí con la mirada el inmenso living, mi departamento entero podía caber allí mismo. Los muebles eran de estilo. El barandal de la escalera, de donde minutos mas tarde seguramente bajaría Natalia, parecía lustrado furiosamente; mi mamá podría hacerse un festín allí cada domingo.

El fondo de la sala estaba rematado por una puerta de doble hoja, hacia donde se dirigía Susana. Yo aminoré el paso, no sabía que había detrás de esa puerta pero mi instinto gritaba fuertemente que no la atravesara, que me quedara en esa sala.

-Susana, puedo esperar acá, no te hagas problema por mi- lo mío fue, casi una súplica.
-Ay, Tute por favor. Naty puede llegar a matarme si sabe que te dejé acá. No seas tímido.

A medida que me acercaba a la puerta empecé a escuchar murmullos que luego fueron claramente voces. Muchas voces. Empecé a transpirar nuevamente, por la nuca me corría un sudor helado. Susana se apresuró y abrió la puerta; detrás de la puerta había una mesa larga llena de gente, mucha gente, y cuando digo mucha gente digo como veinte personas. La escena era tremenda para mí, estaba frente a la familia de Natalia. Sonreí nerviosamente, el rictus era casi un calambre en la boca. Dicen que cuando te morís te empiezan a venir imágenes de tu vida entera, como si fuera una película, y en ese momento empecé a ver mi vida como si fuera una película, de Fellini seguramente. Tenía ganas de estar en otro lugar, no se donde, cualquier lugar, cualquier lugar menos ese. No sabía que hacer, tenía las manos heladas y mojadas de transpiración.

-Es un amigo de Naty, la vino a buscar- advirtió Susana a los presentes.
-¡Hola a todos!- dije e hice un gesto con la mano.
-Es el novio de Naty, abu- escuché decir en el fondo de aquel comedor, pero no llegué a identificar quién lo dijo.
-No, no… No soy el novio de Natalia, soy un amigo. Nos conocimos yendo a bailar, y perdí la dirección que me dio, y un señor que lavaba el auto y cantaba me dijo que vivía acá, llegué gracias a él. Estaba cantando Perales…- me detuve cuando me di cuenta que estaba diciendo cosas que ellos no entenderían.

Un hombre robusto, de bigotes anchos, se levantó de su silla, caminó hacia mí, estrechó mi mano y la apretó firmemente.

-Un gusto, Tute. Mi nombre es Alberto, soy el papá de Natalia.
-Alberto, yo no soy el novio de Natalia, soy Tute, un amigo nada mas.

En ese momento un nene se me acercó y se paró junto a mí, no tendría mas de cuatro o cinco años de edad. Me gritaba alguna cosa que no entendí, agitaba una arma de plástico apuntándome, hasta que empezó a golpearme en la pierna. Le sonreí, quise ser simpático y cuando me agaché para hacerle alguna gracia, el nene hizo un movimiento brusco y me golpeó con su revolver en la boca, no muy fuerte pero si lo suficiente como para sacarme un poco de sangre de la encía.

-¡Ay, carajo!- me sobresalté y me llevé la mano a la boca, donde me había golpeado.

El chiquito se asustó y empezó a llorar. Todos me miraban nuevamente y empecé a querer explicar, inútilmente, que yo no le había hecho nada, que se había asustado. Una mujer se acercó y lo alzó.

-¿Qué pasó?- pregunto ella, claramente era la madre.
-Nada, se asustó. Me golpeó sin querer, grité y se asustó.
-Pero mirá que sos grande ¿eh? Ni que te hubiera arrancado un pedazo de lengua- me increpó de mala manera, fue una situación espantosa.

Me quedé allí petrificado; no había hecho nada para que me tratara de ese modo. Se me acercó una nena regordeta, con dos colitas a los lados en el pelo, vestida graciosamente toda de rosa, con manchas en la cara y en las manos de algo que bien podía ser chocolate.

-¿Vos le pegaste a Agustín?- me preguntó la nena.
-¡No!- respondí enérgicamente –Se asustó, yo no le pegué a nadie.
-El novio de Natalia le pegó a Agustín- dijo la nena mirando a un grupo de chicos que estaba a unos metros de donde yo permaneció absorto de pánico.

Había chiquitos de todas las edades, me miraban asombrados y con miedo.

Me saqué la campera, la camisa que tenía debajo estaba mojada.

-Que lindo chico el novio de Naty.- escuché que le decía una viejita a Susana -¿Cómo se llama?
-Tute, se llama, mamá- le respondió Susana.
-¿Tuti?
-No mamá, Tute, con “E” al final, Tute.
-Que lindo nombre- le dijo la abuela.

Alberto empezó a alejarse para volver a la silla de donde se había levantado, retrocedía sin quitarme la mirada de encima. Yo quería dejar de mirarlo pero no podía, mis ojos volvían a él para ver si todavía me observaba.

Me senté en una silla al otro lado del comedor, lejos de la puerta por la que había entrado; hubiese preferido estar mas cerca, así por lo menos hubiera podido pedir permiso para ir al baño y salir de esa habitación donde sentía que se me acribillaba con las miradas, porque ahora no quería ni moverme, quería volverme invisible.

“¿Por qué tarda tanto en bajar Natalia?” pensaba; me quería ir de ahí lo antes posible. Justo en ese momento, las puertas al otro lado del comedor se abrieron y apareció una chica de mi edad, mas alta que yo, por lo menos una cabeza mas alta. Corpulenta, un poco mas que corpulenta; digamos dos o tres veces mas corpulenta que Natalia, que mí Natalia. Me dije que era la hermana, y pensé que a menudo pasa esto entre hermanos, me refiero a que son distintos, a que no se parecen físicamente, que sus formas de ser muchas veces son antagónicas siendo que viven en un mismo contexto familiar y casi con las mismas experiencias familiares; y hasta, vamos, tienen los mismos padres ¿Cómo pueden ser tan distintos?

-Ahhh, se levantó la princesita de la abuela- dijo la señora sentada al lado de Susana.
-¡Natyyyyyyyy!- gritaba la nena regordeta y corría a su encuentro mientras sus colitas se agitaban.

Yo quedé boquiabierto. El alma se me había fugado. Esa no era mi Natalia, esa no era la Natalia que había ido a buscar, “me cambiaron la Natalia” pensé. Aquella habitación me empezó a dar vueltas, me sentía mareado, ya no estaba sonrojado, se me había ido el calor de las mejillas y ahora en su lugar sentía un tremendo frío. Ella miró para todos lados y cuando vio la única cara desconocida de la sala, se detuvo, claro, se dio cuenta que Tute era yo.

-¡Tute! ¿Qué haces? Vos estas loco venirte hasta acá- me dijo con naturalidad, sonriendo, como si nada, como si nos conociéramos.

Sonreí, no podía hacer otra cosa. Me levanté despacio y cruce el comedor para salir, junto a Natalia, esta Natalia, e irme por la puerta que minutos antes había entrado.

-Me hubieras mandado un mensaje de texto, boludo, así te iba a buscar a la parada del bondi- me dijo mientras salíamos de ahí.
-Si, bueno, pero me olvidé el celu en casa.
-Ay, sos un boludo…
-Si, jajaja, viste que soy un colgado
-Si, sos tan boludo que te equivocaste de casa- me dijo cuando ya casi estábamos en la puerta y nadie podía escuchar. Yo me agarraba la cabeza.
-Flaca, no te puedo creer lo que me pasó. No entiendo nada. Conocí una mina ayer en Passport que se llama como vos y me dijo que vivía por acá, entonces vine, y le pregunté a un tipo que estaba cantando Perales, y lavaba el coche, y me mandó para acá, y…
-Está todo bien, zafaste. Mi familia es un grupo de locos.
-Pero sos una ídola, me hiciste re zafar.
-Si bueno, me pareció rara ya la situación porque no conozco ningún Tute, así que cuando mi vieja subió a avisarme me llamó la atención. Bajé, vi un desconocido, estabas pálido… Que se yo, me di cuenta que algo raro estaba pasando.
-No, no, no… Si cuento esto, no me lo va a creer nadie- me estaba volviendo el alma al cuerpo, pero todavía estaba muy nervioso y muy avergonzado.

Me despedí de Natalia, me señaló una casa donde quizá vivía la otra Natalia, la que yo estaba buscando- ni se me cruzó por la cabeza tocarle timbre -y me fui caminando a casa. Le dije que alguna tarde iba a volver, le pasé mi MSN así chateábamos y quedábamos en encontrarnos. Esta piba me había salvado la vida. Seguí caminando, penando en todo lo que me había pasado, y cuando me dí cuenta ya estaba a mitad de camino, no me faltaba demasiado para llegar. Me reía solo, pero aun estaba shockeado por la situación vivida; el nene con la pistolita de plástico, esa gente mirándome y recibiendome como si fuera el novio de la “princesita”, el tipo, ese, cantando Perales. Era demasiado para un domingo.

Llegué a casa con tanta alegría, como si hubiera vuelto de la guerra. Mamá estaba sentada en el sillón con el control remoto en la mano haciendo zapping. La abracé fuerte y le di un beso en la mejilla.

-Ay, Tute, me vas a lastimar.
-Vieja, viejita hermosa…-suspiré en su oído y ella me sonrió.
-¿Qué pasa? ¿A que se debe tanto cariño?
-Nada vieja- hice una pausa -, venía pensando que esa biblioteca ahí queda horrible. ¿Me das una mano y la corremos?


Davo///

1 comentario:

ROma dijo...

Muy buen cuento hermano, logró atraparme, la familia de locos jaja, me ha hecho acordar situaciones que yo tambien he vivido XD y lo de escapar d mi csa también, me gustaría criticarte algo porque se que para los q ahcemos estas cosas nos gusta q nos critiquen para crecer pero quizás no tengo los conocimientos como para hacerlo, por ahí el hecho q no le encuentro explicacion de q cuando vuelve quiere correr las cosas de lugar con la madre,puede ser.

Publicar un comentario