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lunes, 25 de mayo de 2009

Un encuentro causal.

El teléfono sonó.
-¡Hola! -contesté.
-¿Darío?
-Sí ¿Quién habla?
-Sofía, Dari… ¿Cómo estas? –Preguntó la voz de una mujer.
-¿Sofi? ¿Qué haces? ¿Cómo andás? –Pregunté sorprendido.

Sofía era mi ex novia. Uno de esos amores importantes. Su llegada cambió por completo mi vida, y su partida también. Supo deshacer todas las cosas maravillosas que había hecho en mí; no temo decir que le permití entrar en mi vida y dejé que ella me rediseñara un poco.

Había pasado un año ya sin saber nada de ella hasta el momento de esa llamada.

-Bien, que se yo. Estuve toda la semana pensando en vos y decidí llamarte –percibí un dejo de tristeza en su voz.
-Hiciste bien, –le dije como para animarla -está bueno escucharte y volver a saber de vos. Pero contame en qué andás.

No estaba muy distinta, parecía la misma mina que me había dejado meses atrás. Su manía por andar armando prioridades no había cambiado, incluso las perfeccionó y las tenía escritas como una lista de supermercado; seguramente las chequeaba a diario. El ranking de sus prioridades lo encabezadaza el estudio, su facultad, su carrera, que para mí no era mas que un pretexto porque llevaba estudiando cuatro años y aún estaba rindiendo materias de segundo, si fuera tan importante su resultado sería bien distinto. Lo siguiente era su familia, y juro que nunca entendí para qué la tenía allí si frecuentemente se quejaba de cuan desgastante era convivir con ellos, y mucho mas aún luego de descubrir ciertos secretos. Una madrugada, cerca de las tres de la mañana, me llamó para decirme que su padre era gay y que no se había ido de la casa a causa de otra mujer, sino mas bien de un amigo. No supe que decirle, temía decirle “lo siento” y sonar homofóbico, y si preguntaba que había sucedido quizá me enteraría de detalles que no estaba seguro de querer escuchar, mucho menos a esa hora y adormilado.

Por eso, y esto es mas evidencia para mí, no me gustan las prioridades y me parecen realmente peligrosas para mi vida; me da la sensación que si se desploma lo que tengo allá arriba en mi lista de prioridades va a arrastrar todo lo que hay debajo y no quiero que eso suceda, sería trágico ¿no?

-Estoy aprendiendo, de la vida, de mí, de lo que nos pasó…
-¿Qué nos pasó?
-Lo que nos pasó, Dari, nuestro errores. Yo estaba muy metida en mi misma y no te vi, no te di espacio, no confié en vos, no me di cuenta que estabas al lado mío.
-Ah, buenísimo lo que decís. Si esto lo hubieras visto hace un año es muy probable que no nos hubiéramos separado.
-Ahí está, vos siempre igual, siempre pasando factura. ¿No podes escuchar sin acotar nada?
-… -Me quedé en silencio.
-¿Estás ahí Darío?
-Si, estoy.
-Ok, veo como viene la mano.
-Ah ¿si?¿Cómo viene?
-¿Podemos vernos? –me preguntó. Yo sabía que esa era la pregunta que la llevó a levantar el teléfono y llamarme, la tenía escondida en la manga para soltarla en el momento mas propicio.
-Claro que podemos. El tema es saber para qué queres que nos veamos. Pasó un año, que se yo, ya no quiero hablar de lo nuestro, de lo que hubo. Vos no fuiste una mina mas…
-Bueno, entonces veámonos, quizá todavía…
-Quizá todavía ¿que? –la interrumpí indignado.

Es increíble, Sofi nunca dejó de sorprenderme y lo sigue haciendo. Llamar así, de la nada, y tener el coraje de pedirme que nos encontremos porque supone que quizá… ¿Quizá qué? “Si, claro, olvidémonos que me dejaste; olvidemos que me mentiste y me escondiste cosas; olvidemos que al otro día de dejarme saliste corriendo a buscar a un ex novio; olvidemos que lo ultimo que escuche decirte fue que estabas cansada de mí y necesitabas otro tipo de hombre a tu lado; olvidemos que le mentiste a tu familia y a los amigos que tenemos en común, diciéndoles que el que te había dejado era yo; olvidemos que hiciste todo lo posible para que viera fotos de tu cumpleaños al cual invitaste a tu exnovio…” pensé irritado.

-Darío, me equivoqué ¿entendes? Lo veo ahora, en ese momento estaba mal, vos lo sabes y lo sabías también en ese momento. Hice cosas que hoy me doy cuenta que me lastimaron, a mí, a mi familia, a vos…
-Sofi, por mi no te hagas problema, ya está superado.
-Además nunca tuvimos una ultima charla, frente a frente ¿te diste cuenta? Deberíamos tenerla.
-No me hace falta, ya no.
-Pero a mí sí. Quiero decirte lo arrepentida que estoy.
-Me lo estás diciendo ahora, ya está –sentía que estaba empezando a convencerme y supongo que ella se estaba dando cuenta, le contestaba sin pensar y no estaba hablando, la estaba dejando hablar a ella, y ella puede convencer a las piedras.
-No me querés ver, eso es lo que pasa.

La verdad es que yo, ya tenía bastante superada esa relación. Me costó trabajo sepultarla y no quería remover nada; mucho menos quería sentarme así como si nada a escuchar “lo arrepentida que estoy”. Hace un año, seguramente sí hubiera querido decirle muchas cosas hirientes, duras, que le hicieran sentir lo mismo que sentí yo. Pero ahora ya no. Creo que ya no le guardaba rencor, ni eso me había quedado de ella, ni siquiera rencor. Preferí quedarme con los recuerdos que me hacían sentir bien. Nuestros rituales eran geniales, divertidos. El sexo era increíble, volábamos juntos y en total libertad de disfrute, los dos; era salvaje, podíamos pasar días enteros haciendo el amor. A Sofi le gustaba sentarse a escucharme decir las cosas que no se atrevía a decir ella y a mi me pasaba exactamente lo mismo. Así fue como aprendí que “amar es admirar”, y entre nosotros era eso lo que había, admiración. Éramos compinches, cómplices, nos entendíamos con mirarnos. Pero en algún momento todo eso desapareció, quizá dejamos de mirarnos; entonces todo lo que sabíamos del otro lo usamos para encontrar sus puntos débiles y lastimarnos.

El de la agresión, era un terreno en el que ella se manejaba muy bien, yo no. Esto no significa nada, sólo que ella sabía jugar un juego que yo desconocía, y no quiere decir que yo no la haya lastimado.

-Yo todavía te quiero, Dari.
-Y yo también, Sofi, pero eso no significa nada; no tiene nada que ver con nuestra historia y con este llamado.
-¿Cómo que no? Sí que tiene que ver… ¿Qué sentís por mi hoy?
-Te lo acabo de decir, Sofi. No se que queres escuchar.
-¿Me amas?

La pregunta me irritó, me enojó de sobremanera. Esa pregunta tenía una respuesta que ella conocía, así que si la estaba formulando era para que yo le dijera que “no”. Ahora bien, ¿para que querría ella, que yo le dijera que no la amaba? Obviamente lo estaba haciendo para manipular y lograr algún resultado que yo desconocía hasta ese momento. Si yo no la respondía, en sí misma, esa evasión, era una respuesta que Sofía sabría aprovechar y capitalizar, no sólo para intentar manejar la situación, sino también, para manipularme.

-¿Dónde queres que nos encontremos? –le pregunté

Lo que quería ella era eso. Cualquier cosa que hiciera o dijera, ella lo usaría de algún modo, me conocía demasiado, no le iba a costar mucho hacerme sentir culpa. Así que pensé que era mejor ahorrarse todo eso e ir al punto directamente.

Dejé el auto a un par de cuadras de donde habíamos quedado encontrarnos, no quería que me viera llegar. Necesitaba tiempo para verla de lejos y cuidar mis reacciones, ver como reaccionaba ella. Quería pensar, y en un automóvil todo sucede muy rápido, a mayor velocidad de lo que suceden las cosas cuando uno camina.

De lejos la vi, estaba igual que la última vez. Sus piernas largas remataban por debajo de la cintura, en una cadera generosa y sin exceso. Me acerqué sin ser visto por ella, hasta que cruzamos las miradas. Ella hizo de cuenta que no me había visto. No entiendo por qué pero me gustó que hiciera eso. Yo disfrutaba de verla como una mas en la calle, y ella me invitaba a mirarla. Cuando estuve cerca vi en su pecho un escote desprendido que dejaba ver su redondez y firmeza. Volvió a cruzar la mirada cuando, seguramente, se dio por satisfecha y entonces fingió asombrarse. Sonreí, ella también. Nuestras miradas habían quedado entrelazadas. Sentí ansiedad, ansiedad de encuentro, de roses, de saber qué pasaría dentro mío cuando nos saludáramos.

Cuando ya estuve cerca de ella caí en la trampa, no advertí el sutil movimiento que hace la diferencia entre el cazador y su presa; sus ojos rompieron contacto con los míos y su mirada fue a parar a mi boca. Yo también bajé la vista y fui a dar con esos labios carnosos que empezaron a besarme apasionadamente. Yo mordía suavemente sus labios mientras Sofi gemía tímidamente un ruego placentero para que no lo hiciera.

-¿Vamos a un telo? –me preguntó.

La tomé de la mano sin decir nada y caminamos dos cuadras hasta donde había dejado estacionado el auto, en la puerta del telo, del Lyle, donde ibamos... Siempre.


Davo///

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