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lunes, 8 de junio de 2009

Soy un pelotudo.

Sofi me había dejado y yo estaba en un estado de euforia que llamaba realmente la atención. No es que estaba tranquilo, sino que estaba contento, como que me hubiera sacado una gran responsabilidad de encima. ¿Estaba enamorado de Sofi? Decidí dejar ese tipo de reflexiones para otro momento, para mas adelante, no fuera cosa que descubriera el dolor en medio de este proceso de desapego.

Lo que mas lamentaba de este nuevo estado, me refiero a la soltería, soledad, sin compromiso o como quieran decirle, es la ausencia de una mujer con la cual tener sexo, charlar, en la cual depositar mis incertidumbres y dudas para que me tranquilice con su instinto materno, con una caricia. Tendría que ver mas seguido a mi mamá. Pasa que con las madres hay varias desventajas, una es la del tema del sexo salvo que tengas un Edipo no resuelto, la otra es que por lo general en lugar de escucharte, como te ven grande, ellas depositan en vos las frustraciones sin darse cuenta que sos hombre y que jamás las vas a entender, porque sos un colega de papá; así que si hay una batalla entre los sexos debido a las problemáticas de las relaciones entre hombres y mujeres, sin lugar a dudas yo me voy a instalar en la trinchera de papá. De todos modos eso mamá jamás lo va a entender. Papá tiene un recurso simplificador que lo acerca prácticamente al nirvana de la sabiduría, el me tranquilizaría diciendo “Sos un pelotudo…”, problema resuelto. Pero no es suficiente porque cuando llega el viernes por la noche, la soledad me hace sentir unas cosquillas en la panza que se asemejan mucho a los estados de enamoramiento que por lo general me sucedían en la adolescencia. Con las amigas mejor no contar, nos hacen sentir miserables. Jamás van a tener sexo con nosotros y nos miran casi con lastima y dicen cosas tales como “es una estúpida, porque no sabe el hombre que tenía al lado, sos demasiado para ella”, si, ok, pero de tener sexo nada; y en cuanto les tiramos alguna preocupación de esas que carcomen la propia existencia desde abajo, que erosiona desde los cimientos mas profundos a nuestra fibra mas intima, “¿ya se habrá acostado con otro tipo Sofi?” se piden el taxi y nos dejan ahí angustiados, desolados y, lo que es peor, sin respuesta .

En fin, me di cuenta que estaba entero aún, sobreviví al abandono de una mujer, y digo sobreviví porque los hombres difícilmente creemos que podemos sobrevivir al abandono de una mujer, aunque no la amemos, no importa, el abandono de una mujer es el abandono de mamá así que inmediatamente necesitamos reemplazar ese espacio. Lo primero que uno piensa es en las ex, algún amigo ha tenido el coraje de negarme esta verdad absoluta. No se si en todas, quizá en alguna en especial; es posible que olvidemos otra, pobre, “la olvidada”, aunque por algo se ha ganado ese lugar. Lo cierto es que de una o de otra manera pensamos en ellas o por lo menos en una; les mandamos un mensaje de texto con el celular haciendo de cuenta que se lo mandamos equivocadamente, y si nos envalentonamos lo suficiente hasta quizá las llamamos, aunque sea para chequear que se acuerdan de nosotros; mentira, lo hacemos para ver si cabe alguna posibilidad de que se apiaden y nos ayuden a paliar esta soledad que asfixia nuestro amor propio, sobre todo, los viernes a la noche.

Mónica no fallaría, me enteré hace poco que estaba sola, así que esa, si es que yo planeaba algo, quedaría para lo último, sería el famoso manotazo de ahogado. Tomé un bolígrafo, una hoja y empecé a escribir mi lista de ex novias en el orden según yo creía que tendría posibilidades; Moni definitivamente lo encabezaba.

Había dejado el Messenger abierto en la PC y un irritante sonido hizo crujir el aire, había llegado un mail, corrí a ver si era de Sofi que arrepentida y dolida me escribía para decirme que su vida sin mí no era la misma, que sin mí no podía continuar, que no entendía como pudo dejarme así, sin mas; que ese había sido el peor error de su vida y que no sabía como remediarlo ahora, que esperaba que todavía mi cuerpo echara de menos al suyo y que se sentía extraña en su propia piel sin el rose de la mía… Pero era un spam, si, un spam de mierda que se fue a meter a la bandeja de correo no deseado, ni siquiera me molesté en verlo. “Mierda de spam! Tendrían que prohibirlo, carajo ¡Sobre todo los viernes!”. De un manotazo apagué el monitor, los parlantes y la pc. Subí el volumen del equipo de audio para escuchar Arjona a todo volumen. Que manera de odiar a Arjona pero es como que si no escuchas a este tipo no es un bajón separarte, es un lugar común o una cita obligada para el bajón forzado. Los rituales están para cumplirse y el de la separación es un ritual obligado, yo pensaba respetarlo íntegramente.

Arjona no me provocaba nada mas que dolor de cabeza. A fin de cuenta quizá Sofi se fue porque descubrió antes que yo, que no estaba enamorado de ella. De todos modos, me jodía no saber si ya pudo estar con otro tipo. Me había dejado hacía dos días y era viernes, si no había estado con otro tipo, ese día seguramente si lo estaría. El tema es que al no estar conmigo ya no era infidelidad. No importa, fui nuevamente hasta la PC para dejarle un mail que le remordiera la conciencia, la paranoiqueara un poco y no pudiera estar con nadie; me tenía que dar algo de tiempo como para poder soportar el hecho de que ella estuviese con otro hombre y sobrevivir a mi ausencia en su cama. Encendí la PC. Tardó lo que tarda siempre el Windows en arrancar, y tuve tiempo de pensar –grave error- y me di cuenta que finalmente había hecho lo que no debía y mi alegría y euforia se habían desvanecido “¿estaba enamorado?”.

Abrí el correo y un numero “uno” entre paréntesis, me recordaba el estúpido spam que me había llegado minutos atrás. Hice click en “nuevo” para empezar a escribir el mail, de reojo miraba el correo no deseado que marcaba ese bendito número uno. “Agggghhhhhh… Spam de mierda!” me era insoportable ver el numerito en la bandeja de correo no deseado. Quise empezar a escribir el mail pero no pude, tenía un ojo en el mail que quería escribir y el otro en el numerito del spam. Entré a la otra bandeja y leí en el asunto “HOla”. Al instante un fluir analítico se apoderó de mis pensamientos y ya no lo pude detener. Esa letra “O” escrita en mayúscula por descuido significaba que quien lo escribió al menos dudó y estaba nervioso o nerviosa a la hora de escribir, entonces seguramente dejó apretado el dedo de la tecla “shift” mas tiempo de lo debido dada la rigidez de su dedo o porque presa de la ansiedad no supo controlar del todo el movimiento de su mano derecha.

Remitente: “Valeria Tejada”. La sangre se me heló. El cuerpo del mensaje, del mail, decía “¿Te acordás de mí?”. Era “la olvidada” y no cabía duda alguna de por que la había olvidado. El cuento viene así: éramos adolescentes; estuvimos de novios durante un par de años; nos separamos, en realidad la dejé; ella intentó suicidarse, yo no; uno se quedó con culpa y el otro no, ella no. Nunca mas había sabido nada de Vale hasta ese momento, diecisiete años después. ¡Diecisiete años! Hasta tiempo de tener hijos habríamos tenido en todo ese tiempo. Y me preguntaba si me acordaba de ella, como para olvidarme de semejante historia. La última vez que la había visto estaba llena de mangueras, monitores colgados de las paredes y tirada en una cama de hospital. Cuando salí de la habitación, después de visitarla, sus padres estaban alli, mirándome. No me atreví a decir nada. No tenía demasiado que decir mas que “yo no fui”, pero quién podría entenderme, sólo mi papá que me llevó al hospital y me dijo que me acompañaría en todo momento, que yo no tenía la culpa sobre la decisión que había tomado Valeria, que esa chica hacía rato que no estaba bien y que la responsabilidad era de los padres. Me advirtió que seguramente tendríamos que declarar en un juez de menores porque ambos lo éramos y en el hospital tenían la obligación de denunciar casos como el de ella. Yo sólo podía escucharlo, mi cabeza era una catarata interminable de imágenes. Finalmente, me dijo “sos un pelotudo”, y eso me tranquilizó, en serio, porque me daba la sensación que entonces la cosa no era tan grave como me parecía.

Ella terminó en un neuropsiquiátrico por un tiempo y yo acá, abandonado por Sofi. No contesté el mail, cerré la casilla de correo electrónico, apagué la PC. Cambié la música para escuchar algo instrumental y alinearme con la paz que empezaba a dominarme desde muy adentro. Me senté en el sofá, bajé la luz de la lámpara y miré las luces de la ciudad que se asomaban por el ventanal de mi balcón. Los viernes parecieran tener vida propia, no me refiero a la frase hecha de que “la ciudad tiene vida propia” sino me refiero a que los viernes la ciudad tiene otra energía. Frente a mí, en la mesa ratona, estaba el celular; sonó y en la pantalla se anunció un mensaje de texto de Sofi. Decía que me extrañaba, si nos podíamos ver un rato, para hablar, nada mas, sin compromiso, que si le decía que no, iba a saber entenderme, que había sido demasiado impulsiva… Me recosté en el sillón. Miré el techo que apenas se dejaba iluminar por las luces de ese viernes nocturno en la ciudad; y pensé “soy un pelotudo”.

Davo///

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