Páginas

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Somos fieles

-Juan, te estoy hablando. Juan, no me das bola!
-¿Qué, que te pasa Sofi?
-Pasa que te estoy hablando y no me das pelota, eso pasa. Me rompe las bolas estar hablando al pedo.

Volví a mirar por la ventanilla del tren. No lo puedo evitar. Cuando paso por aeroparque es imposible no mirar los aviones despegando y aterrizando. No es que me cuelgue pensando nada en particular, es solamente eso, mirar los aviones, esas moles pesadas, gigantes, moviéndose a tanta velocidad y tomando vuelo. ¿Cómo puede ser posible que algo tan pesado tome tanta velocidad y despegue? Es increíble. Si ya se lo de la aerodinámia, pero me gusta asombrarme aunque la ciencia haga todo lo posible por destruir el encanto de las cosas que despiertan asombro en los hombres explicándolo absolutamente todo. Muchas veces yo mismo he hecho eso; me refiero a estar explicándolo todo, y rompiendo con el asombro y su magia. Bueno, relaciones he destruido de esa manera. A veces las cosas suceden, nada mas, para qué explicarlas ¿no?

-Estas con la mirada perdida, mirando por la ventanilla.
-¿La mirada perdida? No se, no me doy cuenta.
-Yo si, y te lo estoy diciendo. ¿En que pensabas?
-No estaba pensando en nada…
-Pero Juan vos me estas cargando, en algo estabas pensando. Se te veía… Hasta concentrado te diría.
-Ay no me jodas, Sofi. Que se yo, nada importante.

¿Qué le voy a decir, que estoy pensando en los aviones y filosofando sobre lo destructivo que es el espíritu científico? Además no me lo creería. Y hasta sería peor porque creería que le estoy ocultando algo, que es cierto pero no es lo que estoy haciendo en este momento.

Pienso en cosas como los aviones despegando y no me siento a pensar un segundo en lo que me pasa a mi en esta relación que ya no puedo sostener. No puedo poner las cartas sobre la mesa, claramente y quedarme en paz, en paz conmigo, en paz con ella. Y sin embargo me siento en deuda, si, si, es eso, como en una puta deuda. No se si con ella o conmigo; Sofi es el amor de mi vida, la ame o no la ame, lo fue y siempre lo será. Sin embargo ya no siento lo mismo. Y me siento como si hubiera roto el jarrón de la abuela y ando queriendo armarlo y dejarlo como si no lo hubiera tocado, como si no lo hubiera arruinado, como si no hubiera hecho cagada, y si me preguntan yo no fui.

Además, con esta sensación de mierda, lo que hago es empoderarla a ella a través de mi sentimiento de culpa; y a fin de cuentas, así, la que domina mi vida es ella. ¡Que pelotudo que soy!

-¿Qué pasa Juan?-me preguntó preocupada-¿Ya no me amas, no?
-¿Cómo que ya no te amo, Sofi? ¿Cómo me preguntas eso? Que ganas de cagarla eh, hay que cagarla eh, no se puede estar tranquilo ¿no? Tiene que haber algo para arreglar, siempre ¿no?

Se sonrió amargamente, con bronca, apretando los labios, esos labios carnosos que alguna vez me arrancaron la pasión que creía no volvería a tener.

-¿Y ahora de que te reís Sofía?
-No me río Juan… Pasa que tengo ganas de mandarte a la mierda. Sos un hijo de puta. Te hago una pregunta y no tenés los huevos para decirme “SI” o “NO”. Sos un cagón de mierda. Me respondes con otra pregunta… Lo peor es que me estoy arriesgando como una pelotuda. Vos me vas a lastimar. Me vas a hacer mierda, yo me lo veo venir y ya no se que hacer para cuidarme, para cuidarte, para cuidarnos…- la voz se le quebró y empezó a evitar estallar en llantos. La abracé enseguida.
-Pero mi amor…- me sacó bruscamente.
-No me digas “mi amor”, boludo! Pareciera que me tuvieses lastima.
-Sofía por favor calmate. Te pido disculpas. Ok. Tengo cosas en la cabeza últimamente y si, la verdad es que siento que te estoy descuidando. Me lo haces ver ahora. No se, me siento aturdido.
-Pero, ¿de que, Juan? Necesito que me digas de que, no quiero imaginar cualquier cosa. Sino me quedo mas preocupada.
-Muchas cosas Sofi, que se yo, inquietudes que se me despiertan que tienen que ver con mi vida, con la edad, que se yo. Ni yo tengo en claro que me pasa o que pienso. Es como una tormenta de cosas que se desata dentro de mi cabeza y no la puedo parar. Y pierdo conciencia a veces de las cosas que están pasando afuera.

La miré a los ojos, profundamente, como me enloquecían esos ojos, por Dios. Tan dulces, tan tiernos, tan míos, siempre ahí, a donde me moviera yo sentía esa mirada dulce atrás.

Era el momento, se lo iba a decir ahora. Quizá entre los dos podíamos hacer algo. Me refiero a trabajar la pareja y así salvarla. Entendernos, eso era, quizá necesitabamos otro tipo de conexión para entendernos, eso era lo que quizá estaba faltando, entendimiento.

Pero me sonrió con ternura, la puta madre, me sonrió con una ternura, una dulzura que no la puedo describir. Me sentí un hijo de puta, no, mejor dicho, no me sentí un hijo de puta, me sentí “el” hijo de puta. No podía arruinar ese momento y cagarle esa entrega, esa sonrisa, la dulzura, la mirada tierna clavada en mis ojos iluminándome el rostro.

Me callé la boca. La besé suavemente, como lo hacia antes, me salió bien.
Nos abrazamos y así llegamos hasta la estación, hablando boludeces, que era lo que mejor sabíamos hacer, riéndonos de cualquier cosa, sobre todo de nosotros mismos.

Llegamos a la estación y cuando cruzamos los molinetes, yo iba en una direccion y ella en otra, nos despedimos con otro abrazo y otro beso romántico. Salí a tomar el 45 y en el camino, cuando iba cruzando la calle, sonó mi celular.

-Hola.
-Hola, Juan.
-Vero, hola, ehhhh… ¿Todo bien?
-Si, todo bien. ¿Vos? ¿Cómo te fue con tu novia, hablaste, le contaste?
-…
-¿Me escuchas Juan?
-Ehhh… Si Vero. Mirá, llego a la oficina y vamos a la cocinita a tomar un café y te cuento, ahí hablamos.
-Ay, Juan, dejá de hacerte el boludo. Está todo bien. Siempre fui conciente de que estabas de novio, que vivías con tu novia, esta todo bien, pero no te hagas el pelotudo. Me decís una cosa después hacés otra. Que la camines a ella, vaya y pase, pero no me camines a mi también.
-Pará Vero, pará… Tranqui, llego y hablamos. Algo hablamos, pero hoy cuando llego a casa quiere que hablemos mas tranqui y mas en profundidad.
-Uffff… Cuando venís hablamos. Besito, de esos dulces que te doy…
-Un beso bebé, te veo en un rato.

Sofi se tomó un taxi, estaba llegando tarde y no le daba el tiempo para viajar en colectivo. La semana anterior le habían reclamado que manejara mejor los horarios de llegada, lo cual era injusto teniendo en cuenta que muchas veces se quedaba hasta mas tarde y cumplía mas horas de las que le corresponden. Sofi siempre fue asi de obsesiva con el trabajo.

Cuando bajó del taxi en la puerta del edificio donde trabaja, se encontró con Gastón. Un fenómeno Gastón. Siempre venía cuando nos juntabamos con amigos en casa o si organizaban un partidito en el laburo de ellos me avisaba para que fuera a jugar. Que se yo, pegamos onda.

Ella llegó preocupada y él se dio cuenta.

-¿Te pasa algo Sofi? Parece que estuviste llorando…-le decía Gastón mientras caminaban hacia el ascensor que los llevaría al sexto piso.
-Nada…- le respondió ella

Las puertas del ascensor se abrieron y subieron juntos al ascensor. Tras ellos y por el espejo del ascensor se vio como las puertas volvían a cerrarse y el ascensor comenzaba el ascenso.

-¿Seguro Sofi? Te veo triste mi amor…
-No me digas “amor”, Gasti. Estoy en una situación de mierda y te haces el romántico. Te lo dije el primer día. Me gustas. Es piel, cama, nada mas.
-Si, pero yo me estoy enganchando y también te lo vengo diciendo y vos no me decís nada; entonces siento como que de alguna manera me estas habilitando.

Las puertas del ascensor se abrieron en el sexto piso y ella salió del ascensor y empezó a caminar de manera apresurada, mientras el la seguía. Sofía hizo unos pasos y se detuvo bruscamente. Se dio vuelta para verlo a Gastón, que por poco la lleva por delante.

-Que te quede bien claro. Yo estoy enamorada de mi novio, lo amo, es el hombre de mi vida, no podría vivir sin él. No me jodas mas, no volvamos a vernos, no quiero saber mas nada con vos. Porque aunque haya pasado lo que haya pasado, las veces que haya pasado, no se, no llevo la cuenta, yo soy una mujer fiel. Confío en Juan y se que es un hombre fiel a mi. No me rompas mas las bolas, Gastón, entendelo, Juan y yo, somos fieles.


Davo///

2 comentarios:

YU dijo...

Cualquier similitud con una realidad que conozco...
tremendamente así, como escribiste

Davo dijo...

No hay una, hay mil historias y de cada una, mil versiones...
Saludos.

Publicar un comentario